Primero que todo, si usted es de lo que se lee a escondidas el horóscopo de revista, y le cree que esta semana se ganará la lotería o encontrará el amor de su vida si prende “velas blancas, muchas velas blancas”… apague y vámonos. Y es que, para todos aquellos que aseguran que creer en la astrología es tan ingenuo como creer en la bola mágica o en la lectura de las nalgas (sí, existe), tienen razón. Y mucha.
Pero afortunadamente para usted y para mí, la astrología y la carta astral no es necesariamente una cuestión de creencias. Es cuestión de saber.
Uno no cree en el “inglés”. Uno “sabe “inglés” Porque la astrología, como todos, es un lenguaje que se aprende y se interpreta, y tan complejo como la programación de un video juego, la nanotecnología, los algoritmos o el mapeo del genoma humano. La diferencia, es que es el lenguaje primigenio, y por obvias razones, ese que explica “el todo”, el origen y cómo funciona el universo.
Y ¿por qué? Simple. Porque que descifra e interpreta lo más básico: los ritmos de la naturaleza, de la que todo hace parte, incluso nosotros, que somos un simple subproducto de ella, y por lo tanto, nos regimos bajo sus reglas. Un lenguaje simbólico que parte de la observación astronómica de los ciclos de algunos cuerpos celestes y sus posiciones, y que se convierten en letras o significadores suceptibles de crear un mensaje.
De ahí su carácter predictivo y misterioso. Porque era ese el reloj cósmico-calendario que le marcaba las pautas a las civilizaciones antiguas para “prever”, y saber qué hacer y cuándo sembrar, pescar, navegar, construir, cazar, cosechar y resguardarse, con el fin de incrementar las posibilidades de sobrevivir a las difíciles épocas del invierno. Similar a lo que hacemos ahora con el calendario o el reloj para levantarnos a trabajar, planear un viaje o concertar la próxima comida romántica.
Hay un sinfín de experimentos, pero también de situaciones simples que demuestran la incidencia de los cuerpos celestes en la naturaleza, al igual que en nuestros comportamientos y devenir: el ciclo de 28 días de la luna con el ciclo de ovulación de las mujeres, los ciclos del sol que se relacionan con los ritmos circadianos o con el surgimiento de guerras y hasta la predisposición a ciertas enfermedades por haber nacido en determinada época del año, entre otras.
Pero sin ir más lejos: sin el sol nos deprimimos… y si se apagara, bueno, nos morimos, punto. Sáquele entonces un orbe o planeta al sistema solar, o un electrón a un átomo y mire a ver qué pasa… porque como decía Hermes: como es arriba es abajo…. que al día de hoy viene siendo que el macrocosmos está íntimamente ligado al microcosmos, principio básico de este lenguaje.
Y entendiendo ese principio, que explica una correlación directa entre el universo, la naturaleza y nosotros como individuos, es como se aplica la astrología a nivel personal, mediante la interpretación de lo que llamamos la carta astral o natal. Funciona como la radiografía para el ortopedista, o la partitura para el músico, que al decifrarla, decodifica un mensaje, con la diferencia de que es un diagrama o “mapa simbólico” que se extrae de las posiciones celestes al momento de nuestra llegada espacio-temporal a este planeta y que contiene, por así decirlo, la genética celestial con la que venimos equipados.
Se puede entonces entender como la película de nuestra vida, dando las pautas de un guion y del perfil de un personaje y por lo tanto, de las posibles experiencias que nos encontraremos en nuestro camino… eso que llamamos destino. En pocas palabras como decía Heráclito, de seguro un gran astrólogo: tu carácter definirá tu destino. Sin embargo, no es un absolutismo que predetermina por completo, sino que más bien incrementa posibilidades para vivir ciertas experiencias porque eres y te comportas de determinada manera. Pero si te conoces a ti mismo, a lo mejor puedes cambiar tu destino.
Es desde ese punto de vista, cuando se convierte en una poderosa herramienta de autoconocimiento para quien conoce su carta. Porque nos revela la película de nuestra cabeza, la trama de nuestro inconsciente, siendo la máxima guía para manejar un devenir, pues al ser un mapa personalizado de navegación, conocerlo es como prender el “waze” sideral que nos da señales del camino, que nos revela cómo somos y por lo tanto, de posibles experiencias relacionadas y sus momentos, pero también de nuestros potenciales, intereses vocacionales, fortalezas y dificultades, que al conocerlos, nos dan la posibilidad de “prever”, ayudando a una mejor toma de decisiones en momentos clave de la vida, pero también, para poder encontrarle un sentido a la misma… eso que llamamos misión y que básicamente es aprender a gozarnos la vida con lo que somos, o mejor aún: con lo que podemos llegar a ser.
Lo invito entonces a conocer su carta, para aprovechar al máximo las posibilidades de su camino, pero también, para entender por qué y para qué carajos vino aquí. Sin predisposiciones, sin temores. Atrévase a convertirse en ese adulto responsable (ese mismo que se lee las instrucciones antes de armar un mueble, o el que investiga antes de arrancar y planear un viaje), así solo sea para ratificar lo que desde niño ya sabía: que desde que nació sabe a qué vino, solo necesita recordarlo… y bueno, que prender una vela para atraer el amor o volverse millonario no solo lo desilusionará. También le incrementará las posibilidades de incendiar su casa… y de paso, la del vecino.
Evítese contra tiempos. Será un placer para mi interpretar y transitar junto a usted su carta natal.
Les dejo un video hablando sobre la carta astral!
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