Hace poco me acordé del pesebre qué había en mi casa cuando yo aún era pequeño. A diferencia de casi todos los pesebres que conocía, el mío no tenía nubes de algodones, montañas, ni papelito azul asemejando un río caudaloso o ese tapetico verde que de solo verlo me daba urticaria en las manos. Muchos menos decenas de pastores, campesinas, ovejas, vacas, pollos y marranos. Jamás pude entender como entre tanto actor de reparto, ningún primo caspa jamás se le ocurrió asustar a la abuela metiendo por ahí a Herodes intentando a cumplir su palabra bien camuflado… a la final ninguna mamá, tía o abuela se hubiera enterado. Nuestro pesebre era más bien sencillo: María, José, una casita, una cabra, un buey y los tres reyes magos, punto. Todo de arcilla y del mismo color. Nunca supe a ciencia cierta quién era Melchor.
Pero lo que más me acuerdo, más allá de alegría de recibir un par de regalos, era mi ansiedad desde que yo armaba el pesebre (me demoraba más en comerme 2 buñuelos que armándolo), hasta que llegaba ese momento en el que seguramente me empujaba con mi hermano para ver quien podía coger la figurita del recién nacido y ponerla entre sus 2 progenitores el 24 o 25 de diciembre… por cierto, de progenitores nunca tuvieron tenido nada. Sin embargo tocaría preguntarle a Viviane Morales qué piensa al respecto.
Así fue. Desde pequeño tuve siempre una extraña fijación por Jesús. Tanto así que años después, como a mis 15, cuando solía usar una luenga cabellera, el rector de disciplina de mi colegio me obligó a cortarme el pelo. Fue cuando Jesús salió en mi defensa por primera y única vez, poniendo las siguiente palabras en mi boca: SI Jesús puede porqué yo no puedo… al parecer no era el ungido que hablaba a través mío, por lo que no tuve más remedio que hacer caso. Eso sí, emulando al maestro de maestros, como buen rebelde al día siguiente llegué totalmente rapado.
Pero no podría ponerme bravo con Jesús, el no tuvo la culpa. Y por más que nunca recibí gran ayuda divina y le seguí en silencio hasta bien entrado en años, en ocasiones hasta de manera religiosa, no dejé de pensarlo. Tenía que haber algo más allá para que su historia hubiera durado tanto, algo increíble debía haber en ella.
Y esa historia es la que no muchos sabemos y se las cuento de una manera astrológica… ojo, esto no significa que semejante hombre que hasta pudo partir en su nombre la linealidad de nuestra historia en 2, no haya existido… como ya sabemos el universo obra de maneras misteriosas.
¿Por qué Jesús nace precisamente el 25 de diciembre? Sencillo, porque es el nacimiento del Astro Rey. El dios sol. Y me tildarán de pagano, pero no lo digo yo, lo dice la historia, soportada por el mejor de los testigos: la naturaleza. El 21 de diciembre en muchos lugares se celebraba el solsticio de invierno, el día más corto del año. El día donde el sol desde el hemisferio norte, parecía esconderse en el horizonte y no salir de ahí, solo para volver a nacer al tercer día… el 25 de diciembre (algo de relación tiene con su resurrección, pero esa es otro historia).
No me abra esos ojos así y más bien pregunte cuando nació Horus, Dionisio, Apolo, Helios (elemento atómico del sol), Krishna (Cristo), Huitzilopochtli y quien sabe cuantos otros más en esa misma fecha. Hay más de 4200 religiones en todo el mundo… haga las matemáticas. Y dejemos para otro día a Jesús y sus 12 apóstoles (doce???). Me entusiasmo y ya se me está acabando la pila de esta vaina.
El nacimiento de Jesús entonces, no es más que la unificación de varias celebraciones de los ciclos de la naturaleza, donde la historia de las historias irrumpe con su infalible e interminable conflicto: la lucha entre la oscuridad y la luz, la historia del bien y del mal, la gran historia del héroe de héroes (héroe, heros, HORUS… simple cuestión de etimología y fonética): el que viene para alumbrar nuestro camino y para llenarnos de luz…
Ahora ya sé porqué siempre me gustó tanto su historia. Algunas veces me hace acordarme de mi infancia. Otras veces de que no toca tragar entero o al menos aceptar que la mayoría de las veces para no complicarse la cabeza lo que le gusta es hacerse el pendejo. Pero lo más importante es que siempre me acuerda del porqué es tan importante contar historias… para darle una nueva oportunidad al héroe que vive en cada uno de nosotros, llámelo como se llame, se lo imagine como lo imagine, y que salga con toda a ganarle la batalla a este mundo de…
PD: No se le tiren la fantasía a los niños. Si creen en papá Noel o en el niño dios déjelos. A usted nadie le ha dicho nada por creer no solo Dios, sino en la virgen los santos y cuanto maestro exista por ahí, y seguro usted ya tiene más de 18 años. A mi sí me han dicho que por qué creo en las astrología, pero también me he hecho el pendejo.
Feliz Navidad para todos.