Nota para el lector: cada artículo de este blog es para compartir el encantador mundo de la astrología y para mostrar, que leerse la carta astral o carta natal, es la mejor herramienta de autoconocimiento para volverse el protagonista de su vida.
El mío es el 11. Incluso en aquellas épocas de gloria cuando jugaba fútbol como los dioses en mi juventud, nunca me dieron ganas de usar ese número que Ronaldo ha hecho inmortal.
Simplemente el 7 no era un número que me llamará la atención. Es más, al contrario de muchos que lo veían como el número de la suerte, aproximadamente cada 7 años la vida parecía hacerme sentir todo lo contrario: la pérdida de mi reloj Benetton a mis 7 años fue el primer campanazo. Luego el acné juvenil que se apoderó de mi cara a los 14. Justo el mismo año en el que me tumbaron un diente que jamás encontré, me dejaron la nariz al mejor estilo Owen Wilson, me operaron del apéndice y mi primera novia decidió dejarme por alguien mejor. Y si seguimos multiplicando, vale la pena resaltar la tremenda depresión que me cogió por los 21 (seguro por fumar marihuana más de la cuenta), de la cual creí no poder escapar.
Definitivamente nunca fue un número de mi total agrado, pero sabía que cada tanto y siempre a las patadas, me quería decir algo. No fue entonces sino hasta una de esas tardes de ocio en la universidad cuando estaba tocando guitarra, que una revelación me hizo verlo claramente. No sé si fue por la canción que estaba entonando. No sé si fue el porro que me había fumado. O los 2. O ninguno… pero de alguna manera logré entender que, como la música, nuestra realidad también se desenvolvía en una octava.
Después de eso y de un par de investigaciones más profundas en los años siguientes, me di cuenta que mi gran descubrimiento ya no era cuestión de coincidencias, o de exceso de marihuana (por cierto, para esos momentos ya no fumaba). Bueno, y que realmente y en detrimento de mi ego, no había descubierto nada. Simplemente que el universo habla en todos lados y tarde que temprano algunos tienen el privilegio de escucharlo.
Miles de años antes, cuando los antiguos contemplaban el cielo en vez de pasársela contemplando porno, Facebook o Instagram, veían miles de puntos de luz estáticos (las estrellas fijas que llaman), salvo 7 luces que se movían en el cielo.
Con el tiempo, las influencias de esas luces y sus posiciones comenzaron a llamar la atención de los sabios porque incidían en ciertos cambios de los ciclos de la naturaleza y en los comportamientos de quienes la habitaban. Las observaron, registraron sus movimientos, las pusieron a prueba. Esas 7 luces se darían a conocer entonces como los “7 planetas de la astrología” (del griego planetes que quiere decir errante, vagabundo), los grandes protagonistas y artífices de nuestra existencia: la Luna, el Sol, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Los “7 planetas” que se pueden ver a “ojo desnudo” y que hasta hoy se siguen manifestando todos los días en nuestra realidad de todos los días, en nuestra forma de organizar e interpretar el mundo, en nuestra misma naturaleza humana y hasta en nuestra forma de comportarnos.
Su representación está en todos lados. Péguele una mirada a su calendario a ver si ya se sabía esta: Lunes (luna). Martes (Marte), Miércoles (Mercurio), Jueves (Júpiter), Viernes (Venus), Sábado (Saturno) Domingo (el SUN-day, el día sol, el día del descanso).
También se hacen presentes en la frecuencia de la luz con los 7 colores del arcoíris. En el cuerpo con los 7 chacras, las 7 glándulas, o en el ph del donde el 7 es la mitad de la escala. En el arte con sus 7 expresiones, en la cultura con sus 7 maravillas. En nuestra geografía con los 7 continentes y los “7 mares”. En las religiones con los 7 sacramentos, los 7 días de la creación, los 7 pecados o la Menorah judía con su candelabro de 7 brazos. En la cultura popular con las 7 vidas del gato y hasta en la literatura con las 7 edades del hombre que nombraba Shakespeare o con Blancanieves y sus 7 enanos. Y esto son tan solo un par de referencias.
Son algunos de nuestros dioses de antaño. Siete frecuencias que hace mucho tiempo hicieron posible la “materialización” energética de la dimensión en la que vivimos. Con el tiempo se convirtieron en seres mitológicos, deidades a las que se les rezaba, se les pedía, se les invocaba, se les ofrendaba. Esos “seres” que venían de los cielos, que incidían en el rumbo de nuestras vidas y que por más que quisiéramos, no podíamos evitarlo. Esos mismos que así usted no lo crea, nos siguen influenciando y aún seguimos adorando y venerando no solo en las religiones… en todos lados.
Olvidé mencionar qué me pasó a mis 28 años: me di cuenta (como tantos que lo saben y que pocos reconocen) cuanto detestaba mi trabajo y que por más que quisiera, al parecer era lo que la vida tenía reservado para mí.
Casi 7 años más tarde, por si fuera poco, a mis 36, me quedé sin trabajo. Pero por primera vez comprendí la lección: no se trata de mala suerte o de que tu vida esté predeterminada. Se trata de cómo miras lo que te pasa. Hoy puedo decir que así haya sido a las malas, darme cuenta del 7 ha sido una de las mejoras cosas que me han pasado. Gracias a la última enseñanza de tan sagrado número, tuve la fuerza para cambiar lo que ese Sebastián de hace 7 años pensaba de la vida. Gracias al 7 me acerqué a la astrología y hoy hago lo que me gusta. Así no me gane los millones con los que siempre he soñado, ya no me levanto con resignación, ni con esa desazón de sentirme esclavizado en un trabajo de mierda, de un sistema que cada vez está más viciado, donde la única esperanza era trabajar duro 40 años sin un verdadero descanso, a ver si a los 70 me podía poner a hacer algo que me llenará realmente el alma. Pero, sobre todo, gracias al 7, estoy comprendiendo que aquel que conoce sus estrellas, está más cerca de dejar de ser dominado por ellas y que más temprano que tarde podrá ponerlas a funcionar a su favor.
No se olvide, usted también puede convertirse, si así lo quiere, en el verdadero dios de su destino.
NOTA: No hago referencia en este artículo a los planetas Urano, Neptuno y Plutón, dado que los llamados “trans saturninos” (por estar más allá de Saturno), son considerados una octava superior del orden primordial.