Cada artículo de este blog es para compartir el encantador mundo de la astrología y para mostrar, que leerse la carta astral o carta natal, es la mejor herramienta de autoconocimiento para volverse el protagonista de su vida. Hoy hablaremos de SATURNO.
Hace poco me tuve que vestir de traje para una de esas ocasiones especiales que nunca resultan serlo y, cuando me disponía a ponerme el debido cinturón de cuero (prestado, no es una pieza titular en mi ropero), se me vino tremendo flashback sensorial: el pavor que me daba cuando la había embarrado y mi papá amagaba con quitarse la correa para darme una pela monumental (sí, a los niños de antes nos daban un par de muendas y nada pasaba…creo!!!).
Esa idea de que “el miedo se vence con más miedo” no se la inventó mi papá. Tampoco los gringos en el 2001 con su guerra contra el terrorismo después de la gran farsa del 11S. Es inmemorial. Goya la plasmó exquisitamente en su “Saturno devorando a un hijo”… obra que representa a la perfección la función arquetípica de este sombrío planeta: el miedo en esta puro. Me explico. Saturno (antes que su hijo Júpiter), fue el dios de dioses. Para subir al poder “mató” a su padre, el gran dios de los cielos, Urano. Entonces, Saturno, para evitar que sus hijos hicieran lo mismo con él, decidió comérselos apenas nacían, por puro y físico miedo de que sus creaciones se volvieran contra él.
Si lo vemos desde otro lado, es nada menos que la perfecta analogía del temor que produce la incertidumbre de lo que se desconoce, en pocas palabras de lo nuevo, de lo que me trae el futuro, de lo que no se controla.
Esa sensación intimidante y que nos llena de inseguridad, la cumple en nuestra carta astral o natal a ese que también llaman “el señor del Karma”, el que viene a impartir justicia tanto interna (el mismísimo superyó del psicoanálisis de Freud) como externa, (la muerte, el Grim Reaper con su hoz, símbolo de su gran anillo). Es el mismo dios del tiempo griego (Cronos), que viene a pedir cuentas cuando se para el reloj, que impone límites y llama al orden (Saturno delimitaba espacialmente el sistema solar en tiempos antiguos antes de descubrir los planetas más allá de su órbita, es decir lo que está dentro de sus límites perecerá). Bueno, y no olvidemos que Saturno es el temidísimo Satán… pero ese es tema para otro momento.
Pero, por más difícil que sea, la figura de autoridad es absolutamente necesaria. Otra cosa es que ya algunos se pasan, como los jefes en los trabajos, algunos profesores y padres de familia, los políticos, los policías y hasta los grandes patriarcas de la iglesia católica y cristiana que reparten a diestra y siniestra su amor por la infancia… eso sí, de formas que solo podrá comprender “El señor”… ¿cuál? Difícil saberlo (en últimas, no es mejor ser ateo que un católico hipócrita, como supuestamente dijo el papa recientemente…sencillamente es mejor ser una buena persona).
No es un secreto: lo que no nos gusta también es necesario. Para sentar cabeza, para revaluar lo hecho, para ponernos las pilas y volver a sembrar en la vida y así poder recoger algo después. Solo es gracias a los influjos del arquetipo del implacable Saturno y sus pruebas, que logramos cultivar la paciencia y la disciplina, la perseverancia y la sabiduría, ese principio de realidad indispensable para conseguir y materializar lo que nos proponemos y que a veces lo hemos dejado olvidado en el camino.
Esas obligaciones y responsabilidades que sabemos que tenemos con nosotros mismos, para volvernos lo que siempre hemos querido… lo que pasa es que a veces, cuando toca aprender algo que nos cuesta, nos toca incluso al mejor estilo de Saturno: a las malas. Por eso es normal huirle a ese viejo sabio, que una que otra vez viene a amenazarnos con la chancla. Una tosca manera de darnos nuestras grandes lecciones de vida, para que no olvidemos que el tiempo (CRONOS) es oro (SOL) y que por eso, es mejor no desperdiciarlo… bueno eso, y que también la autoridad está para hacerle caso un rato, ¡pero también para saber desafiarla!